Gio Ezequiel Scotto llegó el miercoles a Rosario luego de atravesar semanas infernales en Ecuador, repatriado por un vuelo militar que dispuso el Estado argentino y puso fin a una pesadilla en uno de los epicentros de diseminación del coronavirus en Sudamérica.
El estudiante de Psicología de la UNR, de 26 años, había llegado a ese país el 27 de febrero como turista, sin imaginar el infierno que viviría durante las siguientes semanas en una de las naciones más afectadas por la pandemia en este continente.
Dos aviones Hércules C-130 de la Fuerza Aérea lo depositaron este 15 de abril junto a un grupo de 140 argentinos en la base área de El Palomar, y ayer fue la primera mañana que despertó con la tranquilidad de saberse en su patria, lejos de la visión de camionetas atiborradas de ataúdes por las calles.
Scotto caracteriza sus días en Guayaquil como «explosivos». «Era todo muy inestable. Cada día recibíamos el golpe de una noticia distinta», recuerda ahora, a salvo y en su casa de Rosario. Es que fue «rebotando» de hostel en hostel, quedando en la calle cuando se veían obligados a cerrar, y llegó a recibir incluso la hospitalidad de una familia de pescadores.
«Mientras Argentina nos prometía volver, al día siguiente escuchábamos en las noticias que la provincia de Guayas se había cerrado con militares que no dejaban entrar ni salir a nadie y que iba a ser así por un mes, o por tres meses», relató angustiado.
Lo que más sufrió el joven fue la incertidumbre de no saber qué iba a deparar la próxima jornada. «Antes de recibir el mensaje de que había sido seleccionado para embarcarme en el avión, pensé que me iba a tener que quedar un mes más, con suerte», confesó.
La lista
Es que el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino confeccionó un listado de elegidos para volver, con protocolo sanitario mediante, y ayudó con movilidad a los que estaban en otras ciudades para que pudieran llegar al vuelo. Pero sus dos compañeros bonaerenses recibieron antes la buena noticia, mientras que su aviso llegó 24 horas después. «Ya me había resignado», comentó.
Tan solo tres días después estaba a punto de abordar un avión para volver a casa. «Todavía siento que estoy un poquito allá», dijo Scotto y remarcó que fue importante la publicación de su testimonio recogido por La Capital (https://www.lacapital.com.ar/pandemia/un-rosarino-atrapado-el-infierno-guayaquil-cuenta-que-la-solidaridad-lo-ayudo-subsistir-n2575378.html) para acelerar la operación de rescate. En ese sentido, destacó la respuesta del Estado nacional, aunque lamentó que todavía haya 200 argentinos varados en Guayaquil.
Antes de subir a la aeronave, recordó que los «bañaron» en alcohol y otro desinfectante, además de tomarles la temperatura: el que superaba los 37 grados, se bajaba. Sobre el viaje, que fue de 9 horas, dijo que «el Hércules es ruidoso y frío, pero cuando querés volver no te importa nada», admitió y describió que semejante contexto los hizo sentir que seguían «dentro de una aventura».
El interior del avión, preparado para llevar personal militar y carga, tiene dos filas de asientos comunes que se parecen más a un banco largo de lona con una especie de red para recostar la espalda. «Es un avión pesado, preparado con un fin más táctico. Igual te aseguro que esos asientos son mejores que los de clase turista», comparó con sorna el estudiante.
Volver a casa
«Hubo mucha exaltación cuando despegó, porque era la noticia que estábamos esperando hace un mes», admitió. Sin embargo, la emoción luego dio paso al tedio e hicieron el largo trayecto más llevadero jugando a las cartas con los otros repatriados. Aunque estaba agotado, Gio dijo que le costó mucho conciliar el sueño y sólo pudo dormir media hora. Estaba ansioso y tenía hambre, el alfajor y la gaseosa que le habían facilitado no había logrado aplacar las carencias de tantos días.
«Cuando aterrizó, saltamos de alegría», manifestó. Luego comenzó el lento proceso de cumplir el protocolo sanitario, pasar por Migraciones y esperar los micros. «No me preocupó porque hacía pocos días pensaba que iba a volver en un mes», confesó. Pero señaló que en suelo argentino «los controles médicos fueron débiles y con mucho papeleo, más que con revisaciones».
Hoy se encuentra solo junto a su gata y su perra, cursando la cuarentena obligatoria en su departamento del centro rosarino y distanciado de su familia por 14 días. Sobre cómo encontró la ciudad, dijo que según lo que vio en Ecuador le preocupa notar que en algunas zonas «la gente está en la calle en masa, despreocupada», y alentó a la ciudadanía a respetar el aislamiento. «Esto no es joda, estamos al borde de un desastre y es muy fácil que se desmadre», advirtió el joven.