Batallas internas en el peronismo y también externas con la principal fuerza opositora, el Frente Progresista, donde Perotti no logró hacer pie, lo dejan suspendido en una nebulosa. Por eso, el coronavirus encontró a Santa Fe en una debilidad mayor a las de otras provincias, y ese arranque demorado se mantiene hasta ahora, sin salida a la vista.
Para colmo, el dengue también hace estragos en la provincia, con más de miles de casos y demoras en la difusión de las estadísticas oficiales que dificultan la toma de acciones para contrarrestar el avance de los casos.
El mandatario mantuvo ayer una teleconferencia con intendentes y jefes comunales donde les pidió que “los sectores de la economía puedan desarrollarse sin que generen movilidad masiva”. En los municipios, no obstante, ven que la obra pública está paralizada y que el Gobierno provincial no activa ni prioriza los proyectos para comenzar a dinamizar la actividad y la mano de obra.
Salir del estado de adormecimiento es una necesidad imperiosa para su administración, que mantiene frentes abiertos también en el terreno financiero, con una baja de la recaudación que pone incluso en duda las posibilidades de pagar sueldos de los empleados estatales el próximo mes a menos que llegue una extraordinaria ayuda del Gobierno nacional. Semanas atrás, Perotti mencionó incluso que no descartaba la emisión de cuasimonedas, dichos que fueron inmediatamente repudiados por los gremios, con los que también tuvo cortocircuitos por la decisión de desdoblar el calendario de pagos por falta de fondos a poco de asumir. Las paritarias stand by es otras de las ollas a presión que enfrentará el gobernador.
No obstante, Perotti no fue el único gobernador que barajó las cuasimonedas, ya que hubo una caída de recaudación en todo el país a causa de la pandemia. Y desde la Casa Rosada cortaron de forma tajante esa opción a las provincias. En cambio, asoma ahora la posibilidad de emitir títulos para pagar a los proveedores del distrito.
Batallas
Las peleas perdidas comenzaron en la transición, en una tensión donde los propios senadores peronistas votaron a favor del Presupuesto presentado por el Frente Progresista sobre el final del mandato de Miguel Lifschitz. Con pauta de gastos ajena, tampoco pudo sancionar en los primeros meses del año las leyes de emergencias que le hubiesen permitido tomar deuda para aliviar las cuentas, entre otras medidas para agilizar la toma de decisiones en la administración de la provincia.
Una puja con el socialismo que bloqueó los proyectos en Diputados, donde tiene mayoría, llevó a que la Ley de Necesidad Pública se aprobara recién con la crisis del coronavirus en marcha. Es decir, aunque ahora tiene permisos para un endeudamiento cercano a los $40.000 millones, los mercados de crédito están cerrados.
Las derrotas en la legislatura muestran que aquel éxito inicial de armar una coalición política junto a bastos sectores del PJ local para ganar las elecciones no logró sostenerse en la gestión. Eso explica parte de los tropezones.
Los dirigentes propios son pocos: su reemplazante en el Senado Roberto Mirabella, con quien acciona los puentes con la Casa Rosada; el ministro de Economía, Walter Agosto, un experto técnico de confianza que hace malabarismos para sostener las cuentas; y el ministro de Gobierno, Rubén Michlig, que articula políticas internas en la búsqueda de darle un orden a las fracciones del peronismo que conviven en el gobierno provincial. Luego, hay un ensamble entre históricos del PJ y kirchneristas, que también tienen sus propios matices.
Quizás el coronavirus dejó al margen otro de los traspiés: si bien en campaña prometió solucionar los errores de sus antecesores en materia de seguridad, lo cierto es que 2020 se inició con una ola de homicidios que llegó a casi 50 crímenes relacionados con bandas narcos hasta el inicio del aislamiento en marzo.