Cuentan que la gente pregunta por la vacuna, y que a veces se retiran porque no es la que buscaban. Ayudan a desarmar mitos construidos por los medios. Reconocen que los adultos mayores reaccionan con alegría, pero los jóvenes llegan enojados.
Aplicar la dosis. Despejar las dudas. Equilibrar la emoción. Esa ecuación se juega a diario en el operativo de vacunación masiva contra el coronavirus montado en unos 15.800 vacunatorios en todo el país. Ya se vacunó con una dosis casi el 30% de la población, casi 13 millones de personas, y con el arribo de las 934 mil dosis, hoy lunes, se alcanzará la cifra de casi 20 millones de vacunas recibidas. La dimensión impacta. Es histórico. Y desmadeja, dosis tras dosis, las dudas enredadas en telarañas de desinformación. “Emociona, porque es un proceso de esperanza, porque la gente viene con esperanza a vacunarse, pero asustada –comparte Romina Luengo, vacunadora de Tecnópolis–, y se van contentos porque les explicamos todo, eso los tranquiliza”.
Como gesto colectivo, el proceso de vacunación evidencia un cambio respecto a sus inicios, allí reside su épica, evoluciona hacia una salida a esta crisis. Esto sostienen las personas encargadas de llevarlo adelante. Vacunadores y vacunadores expresan satisfacción por “ser parte”. “Somos privilegiados”, enfatizan. “Yo defiendo la vacuna con mi vida» describe Paola Prieto, vacunadora y enfermera a cargo del dispensario de vacunas de Quilmes. «Nos empodera como sociedad», define. Ese espíritu las anima.
“Es que, si nos vacunamos todos, acabamos con la pandemia, y la vacuna será una más del calendario, y vamos a poder juntarnos, abrazarnos, y viajar, todo lo que hoy nos reclaman algunas personas” subraya Romina que es enfermera egresada de la Universidad de José C. Paz. Por ahora “lo importante es la conexión con las personas, despejar las dudas, y desarmar el miedo que muchas traen” aporta Mariela Ferrando, vacunadora, licenciada en kinesióloga y docente universitaria.
Alejadas de la animosidad de la grieta política, de los manejos mediáticos, y del cada vez más débil –en Argentina– movimiento antivacunas, cuatro vacunadoras explican a Página/12, cómo transitan la tarea de inmunizar a la población. Con decisión, compromiso, y la convicción de “protegernos de esta tragedia” describe Mariela quien vacuna en el Centro de Rehabilitación anexo al Hospital Milstein, en CABA.
Hasta el momento, este es el salvoconducto a una normalidad que, ya no será la misma, pero porta –vacuna mediante–, un amparo contra la letalidad del virus. Lo sostienen quienes vacunan, enfermeras, kinesiólogos, promotores de salud, entre otros. En ellos permea la emocionalidad de una sociedad que cuenta ya con más de 16 millones de dosis aplicadas. “Es un operativo con mucha gente detrás, desde administrativos al piloto de avión que trae las dosis, nosotros somos la cara visible porque estamos en contacto con la gente y hacemos la aplicación, pero el esfuerzo es de todos”, advierte Judith González, licenciada en enfermería, desde su puesto en La Rural.
El comportamiento
“Esta vacuna lleva todo un protocolo”, destaca Paola Prieto, enfermera de la Universidad Jauretche con 23 años como vacunadora. “Acá hay tres pasos: un triage, o ‘perfil de salud’ –así se denomina la instancia de consulta previa a la aplicación–, un lugar de prevacunación, la vacunación y el lugar de espera de la reacción”. La aplicación lleva pocos minutos, pero la atención puede tardar bastante más. Según las personas. Y se pueden identificar comportamientos, estados de ánimo, y las dudas que les plantean, según rangos etarios: los mayores están agradecidos, los más jóvenes son “más reticentes”, están “menos concientizados”, coinciden las vacunadoras consultadas.
“Con los mayores, marzo fue un festival de fotos” cuentan. Para muchos, la vacunación era la primera salida desde el inicio de la pandemia. Los agradecimientos que recibieron forman parte del historial que construye esta nueva trama de sentidos en torno a la situación epidemiológica. Quizá su puente más sólido hacia una transformación del estándar sanitario a nivel país: la vacunación a los adultos mayores abrió un camino de confianza.
Mariela Ferrando atiende a 30 o 40 personas por día, en su turno matinal de seis horas. “Es una tarea novedosa, en mis 35 años de profesión. A veces demoro hablando con ellos porque me contacto desde lo humano”, cuenta. Es gerontóloga, le gusta escuchar. Algunos “preguntan todo, otros nada, otros lloran” enumera, guarda silencio.
Las lágrimas surgen fácilmente en los vacunatorios. Por la emocionalidad del momento, y en muchos casos por pérdidas, «por fallecimientos en la familia, por casos de covid” lamenta Mariela. “Una señora me cuenta que el día anterior había muerto su hija de 25 años por covid. Otra señora de 65 (años) llegó con la hija y al entrar le avisan que murió su esposo, por covid. Son casos extremos pero muestran el nivel de esta tragedia. Y esto –habla de la vacuna– es lo mejor que tenemos para protegernos”, añade con firmeza.
Para Paola, desde la posta de la Universidad de Quilmes, el proceso demuestra que “para algunas cosas se llegó tarde, porque perdimos vidas, pero para la humanidad, fue rápido, seria ingrato de mi parte negarlo”. Se emociona al recordar a “una chica que llegó temblando, personal de salud, la llevé afuera, necesitaba llorar y me decía que no merecía vacunarse». En diciembre fallecieron sus padres, por covid. Ella no entiende cómo fue –relata la vacunadora–. El virus tiene un raro comportamiento en algunos organismos”.
“El contagio de covid –suma Judith— es distinto en cada organismo, ni nosotros como personal de salud lo podemos entender. Por eso hay que vacunar, es la única herramienta al alcance de todos que puede ayudar”. Argentina tienen un buen calendario de vacunación, agrega. Quizá un día «esto» se incorpore al cronograma obligatorio. Hoy es un gesto voluntario. “Por eso es importante que la vacunación crezca lo más rápido posible, hay que ganarle al virus”, se entusiasma. Y se alegra porque ahora ve «a la gente más contenta y emocionada”. Ya son pocos los que vienen “no enojados, pero con miedo” agrega.
Los mayores
En marzo “muchos adultos mayores lloraban de emoción, era su primera salida”, confirma Paola. “Les hicimos un cuadrito de ‘yo me vacuné’ y posaban, estaban muy contentos, se querían sacar fotos con nosotros. Nacidos en el ’33 o el ’27, que llegaban con los hijos o nietos que traían a los patriarcas a vacunarse, fue una hermosa experiencia. Pero se diluía en el movimiento antivacunas”, lamenta. Y agrega de inmediato: “Ahora es distinto, estamos a full con las vacunas, incluso ya aplicamos a embarazadas” afirma.
Mariela cuenta que “de la población con comorbilidades vienen chicos y a veces no quieren vacunarse, yo les tengo chupetines, trato de ponerme en sintonía y con humor”. En la tragedia se valorizan “las cosas lindas” coincide. Paola destaca que los ancianos “oraban por nosotros, nos pedían que no aflojemos, que la verdad el sistema de salud está a la altura, que gracias a nosotros y a los que se fueron vamos a salir de esta”. Lo dice y se emociona. El recuerdo la remite a “otros argentinos, los que no salen en la tele, hace rato que no estaba con tantas personas de todo tipo, tan concientizadas”, define sobre ese perfil socioeconómico.
Al bajar la edad, baja el grado de compromiso, agrega Mariela. La finitud de la vida se impone en los ancianos y no los jóvenes, que se ven más reticentes. Romina coincide: “La gente mayor estaba dispuesta, aunque traían dudas porque toman mucha medicación. Pero pueden tomarla. Nuestra tarea es explicarles, tranquilizarlos, y ellos quedan agradecidos”. Mariela observa: “Con nuestro trabajo se hace una recolección de datos, informal, pero da una idea. Y se ve el impacto de la información. Primero se vio con la gente grande, la que sobrevivió –advierte—, una mayor conciencia social, yo noté eso. Por eso cuando hago el interrogatorio también hago un poco de concientización sobre los cuidados”, comparte.
¿Sputnik o AstraZeneca?
Quienes reciben la dosis suelen ahondar en consultas antes de la aplicación. “Con la vacuna de la polio o la antisarampión no hay que explicar, porque la gente ya sabe –explica Paola—, pero acá hubo una demonización de la vacuna”. Para ella “deconstruir ese lugar de la duda” es un trabajo importante en este proceso. “Antes de aplicar están las preguntas, tenés que desagotar las dudas porque una vez que se aplica, no hay marcha atrás, por eso hay mucho preámbulo”, fundamenta.
¿Nos podemos bañar? ¿Puedo seguir tomando la medicación para la presión? ¿Es Sputnik ó AstraZeneca? ¿Hay garantía? Son las consultas más frecuentes. “Con enorme esfuerzo se logró esta vacuna, en un proceso que para otros casos tarda dos años, por eso es el miedo de las personas” asegura Paola. “Pero nosotros buscamos cortar la circulación viral, y con la vacuna lo estamos logrando” se explaya. Asume su lugar en la inmunización. Y lo explica a sus pacientes.
“Te preguntan ¿por qué damos la AstraZeneca, o por qué la Sputnik?” coinciden. “¿Qué efectividad tiene? Si ya me pusieron la primera dosis, pero llevo 60 días y no me dan la segunda ¿me podes garantizar que es efectiva?”. La consulta se repite. El tono varía con la edad y según el nivel de conciencia sobre el proceso que vivimos, evalúan. Básicamente en la pregunta surge “el miedo de la gente a lo desconocido”. Mariela cuenta: “Una señora muy humilde vino con un papelito, lo había escrito su hijo. Decía: Sputnik. Cuando le dije que le íbamos a aplicar AstraZeneca me pidió hablar a su hijo, lo llamó por teléfono, me miró y se despidió. Así como entró salió. No se vacunó”. “Muchos quieren la Sputnik y solo esa”, coincide Paola.
La vacunadora de Quilmes refiere otro caso: “Para que no me rechacen la Covishield les repito: es el nombre de la vacuna, el producto es del mismo laboratorio de AstraZeneca. Pero la gente se pone en cibernauta, investiga, y no entiende. ‘¿Esta es nueva? ¿Qué me aplica?’ No señora –imita un diálogo–, tienen los mismos fármacos, pero la hacen en la India. ‘Ah, si es de la India no la quiero’, me dicen. Entonces me pongo firme y les digo: señora hoy, la mejor vacuna es la que usted se lleva, porque en otros países, no hay vacunas. Y listo, se vacunan”, sonríe.
“A veces piensan que tenemos una cartilla de vacunas –aporta Romina–, y dicen quiero AstraZeneca porque tengo que viajar a Europa. Les explico: esta es la que tenemos hoy. Algunos se vacunan pero otros se van. Hay especulación y maldad, los medios asustan a la gente en vez de informar, porque cada vacuna te protege si te agarra el virus, y es un virus mortal. Pero vacunado, si te agarra, será leve” enfatiza.
El estado de salud de cada persona también hace que los invadan diferentes dudas. Pero el peso mayor es el entorno. “La semana en que falleció Mauro Viale tuvimos una baja importante, no se querían vacunar” recuerda Paola. Ella propone “hacer una introspección de nuestra responsabilidad ciudadana para cortar la circulación viral, contra la campaña en contra que atemorizó a la gente». Ahora, sin embargo «hay un momento terriblemente pro vacuna, gracias a Dios”, se alegra.
Los vacunatorios
Los vacunatorios están abiertos todo el día, de lunes a lunes. En Tecnópolis se da una charla primero, a grupos de cinco personas. “Se vacuna a unas mil personas por día” detalla Romina, responsable de la charla. “Doy las recomendaciones, y recién después se vacunan. Esperan, y si está todo bien, se van a sus casas”. En la Universidad de Quilmes, Paola integra un equipo de vacunación que “este sábado vacuno a 476, y a 478 el domingo”. Ella también vacuna en la semana, con la unidad móvil visita, junto a una antropóloga, a personas con internación domiciliaria. En La Rural “estamos aplicando 350 a 400 dosis por día, por turno”, aporta Judith. Suman 2000 por día porque son varias postas en ese predio. Empezaron en febrero con 8 vacunadores. “Ahora somos 29 y 6 responsables de cadena de frío”, puntualiza.
“Gracias a Dios tenemos las instalaciones, el recurso humano, y las ganas –describe Paola–. El Estado vacuna para cortar la circulación viral. Vamos a llegar a un punto libre de covid”. Ese es el objetivo para todos afirma Judith: “frenar los contagios y prevenir las internaciones, y largas estadías en los hospitales”.
Mientras, hay que ser “empáticos con el otro, cuidarnos, y seguir vacunándonos” agrega Paola. Y concluye: “Yo la cuido con mi vida a la vacuna, con placer y a conciencia por saber que es a favor de todo”. Eso les explica a quienes dudan, insistentemente, y les aconseja que no pierdan el próximo turno. “Eso los pone contentos, se sorprenden, y me piden el teléfono para mandarme un sanguchito”, sonrie. Está contenta.
«Me emociono porque la gente se emociona»
“Yo estudié para ir a la guerra, para estar activa cuando se presente la situación”, sostiene Paola. Habla con firmeza sobre su recorrido profesional, el que inició como vacunadora en una Unidad Sanitaria en Villa Azul en el año 97. Ella era auxiliar de enfermería, había estudiado en la Cruz Roja de Villa Domínico. “La universidad solo la podías hacer en la UBA y quedaba lejos”, recuerda. En Villa Azul se formó en el oficio. “Ahí hay que ser enfermera, dar primeros auxilios, hacer curaciones, llamar una ambulancia, yo empecé con 8 vacunas del calendario nacional. Y fui creciendo en la vacunación, como nuestro programa de inmunizaciones” explica. Tras el paso por la licenciatura en la Universidad Jauretche, se incorporó al sistema público como enfermera. Ahora tiene a su cargo el dispensario de vacunas municipal doctor Ramón Carrillo, del partido de Quilmes. Y vacuna contra covid, en la posta de sábados y domingos, de la Universidad de Quilmes. “En el gimnasio, ahí funcionó el año pasado un centro de aislamiento” cuenta. Durante la semana, Paola realiza también, la aplicación domiciliaria de la vacuna contra el coronavirus. Sale una o dos veces por semana, con una antropóloga, y un chofer. “Los tres somos equipo, y somos indispensables todos”, afirma. Estoy saliendo con la vacuna Covishield y con la Sinopharm, porque se pueden trasladar en heladera térmica, que no varía entre 2 y 8 grados” detalla. “En el móvil –una Kangoo, precisa– no se puede subir un freezer, solo es viable para sacar a la calle el frasco multidosis, y por jornada podemos vacunar entre 10 y 16 personas”. Son pacientes con inmovilidad total. La mayoría reside en zonas urbanas. Paola se alegra porque ya empezaron a llegar con el sistema móvil, a los barrios más vulnerables. “Estamos todo el tiempo en alerta y dispuestos, y me emociono, porque las personas están emocionadas también. Desde el principio –recuerda— en la primera semana, venían con un familiar, y nosotras íbamos a los vehículos, no se podían bajar, pero pedían sacarse fotos con nosotras antes de irse”.