Un tren que baja su velocidad al acercarse a la estación. La locomotora que hace sonar su bocina. Un guarda que se baja cuando la formación detiene su marcha y empieza a pedir los boletos. Otro que minutos después hacer sonar su silbato, para avisar que suban a los vagones todos los que tienen su boleto, porque el viaje sigue. La escena, cotidiana para los millones de argentinos que viven en Buenos Aires y su conurbano, dejó de repetirse en el interior de este bendito país, desde que fue azotado por el huracán menemista. Por eso se entiende la emoción que tienen todos hoy acá, en Serodino. Es que después de 33 años, un ferrocarril de pasajeros vuelve a parar en esta localidad del sur santafesino. Y el hecho se vive como una verdadera fiesta.
“Tengo 70 años y vivo en este pueblo desde que vine con mi familia a vivir a Serodino, cuando tenía seis años. Cuando era chico, teníamos la canchita de fútbol acá enfrente y cortábamos los partidos para ver pasar el tren. ¿Cómo no voy a estar emocionado?”, le dice Juan Alberto Ditrola, el locutor del acto, al móvil de la Sí 98.9. Unos minutos antes, desde el micrófono, había repetido varias veces que este era un hecho histórico para el pueblo.
Sobre el andén, los vecinos se habían sentado en sillas de plástico para esperar la llegada del tren. María Inés y Ricardo Delarmelina, por ejemplo, llegaron con sus nietos. “Antes paraba todos los días. A la una y cuarto podíamos ir a Rosario y volver a las nueve de la noche. Es una gran cosa si esto puede volver a pasar. Si se puede, me gustaría ir con alguno de los chicos, que no conocen el tren más que por la televisión”, cuenta la abuela.
Martín Marinucci, titular de Trenes Argentinos, había dicho a la prensa unos minutos antes del arribo de la formación: “Lo que hay que tener es decisión política, como la que nos ha transmitido el presidente Alberto Fernández, de extender ramales y mejorar frecuencias, de llevar el tren a vecinos de localidades argentinas que hace tiempo no podían contar con este medio de transporte. En el Plan Federal que fuimos desarollando todo el último año con Mario Meoni, que tras su lamentable fallecimiento continuará con el ministro Guerrera, se contempla avanzar con trenes de cercanía entre Rosario y Cañada de Gómez, también conexiones con Gálvez, Casilda, Empalme Villa Constitución y San Lorenzo. Es el compromiso que hemos asumido”. El senador provincial Marcelo Lewandowsky, agregará luego en diálogo con este medio, que está realizando gestiones para que llegue más material rodante y se puedan ejecutar estos proyectos.
Desde el tiempo de “ramal que para, ramal que cierra” numerosas estaciones de tren se fueron convirtiendo en centros culturales o en rincones abandonados por falta de uso. Enormes talleres, como los de Pérez y Laguna Paiva, que daban trabajo a miles de obreros para reparar y construir vagones, se fueron quedando en el tiempo de la mano del modelo neoliberal y sus espejitos de colores, que dejaba un tendal de desocupados y cientos de pueblos incomunicados. En otros, se perdió una conexión rápida y barata con centros urbanos.
En el caso de Serodino, que tenía frecuencia diaria a Rosario, fueron 33 largos años sin que pare un tren de pasajeros. En esta localidad, de menos 5 mil habitantes y a 54 kilómetros de Rosario, nació Juan José Saer, el escritor mundialmente reconocido que se crió en este rincón de la provincia de Santa Fe y después vivió muchos años en París. Por eso su rostro está inmortalizado en uno de los galpones de la estación que funciona como depósito. Y desde el enorme mural, pintado hace dos años, su mirada es testigo de esa locomotora que llega.
Justo en ese momento, el móvil de la Sí98.9 habla con Heber Villarreal, el impulsor de una movida denominada “Unidos por la Vuelta del Tren a Serodino”: “Es un sueño, no lo podemos creer. Cuando nos pusimos a arreglar la estación y pensamos en esto, no imaginamos que se iba a poder concretar”, dice. Junto a un grupo de amigos, se empecinó en llevar adelantes todo lo que hiciera falta para que haya de nuevo un ferrocarril de pasajeros que se detenga en su pueblo. Y lo lograron, con apoyo del presidente comunal, Juan Pío Drovetta. “Tengo 31 años, nunca había visto parar un tren acá en toda mi vida. Ahora tengo boleto para subir y me voy a ir a Rosario a dar una vuelta”, se emociona Heber. Su familia, a pocos metros, tiene remeras con una imagen suya, parado justo al lado del tradicional cartel de la estación, con el nombre de la localidad.
El “Tucumano”, que parará en este lugar dos veces por semana, se había detenido con puntualidad siete minutos antes. Ahora, ya el guarda acomodó su gorra y subió la escalerilla hacia el último vagón. Y con todos los pasajeros en sus asientos, la formación se pone en marcha para seguir rumbo hacia la estación Rosario Norte y después a Retiro. Un montón de chiquitos saludan el paso de los vagones y una Serodino vestida de fiesta despide al tren, como si fuera un cuento de Saer o una película de Pino Solanas.